26 ene 2024

Conducción bajo los efectos de la marihuana, preocupante tendencia en los Estados Unidos


Un estudio reciente realizado por la Drug Free America Foundation, Inc. ha descubierto resultados alarmantes sobre los peligros de conducir bajo los efectos de sustancias psicoactivas, particularmente bajo la influencia de la marihuana con alto contenido de THC. Este estudio ha arrojado luz sobre los mayores riesgos asociados con el consumo de marihuana en aquellos Estados que han adoptado políticas más permisivas sobre esta droga. Los hallazgos sirven como un llamado a tomar medidas urgentes para abordar esta creciente preocupación por la seguridad pública.

El estudio revela una tendencia preocupante: en los Estados donde la marihuana con alto contenido de THC está legalizada, ya sea con fines médicos o recreativos, la frecuencia de conducción bajo los efectos de esta sustancia es un 32 por ciento más alta que en los Estados con regulaciones más estrictas. Las consecuencias de las políticas más flexibles sobre la marihuana en los 18 Estados menos restrictivos han resultado en un millón más de casos de conducción bajo los efectos de la marihuana, lo que representa una amenaza significativa para la seguridad del tráfico.

El estudio clasifica los 50 estados en dos grupos según sus políticas sobre la marihuana. El primer grupo comprende estados menos permisivos que han despenalizado el consumo de marihuana o implementado programas medicinales bajos en THC. El segundo grupo incluye estados más permisivos con programas medicinales con alto contenido de THC y programas completos de marihuana recreativa. En particular, el número de estados con programas recreativos completos ha aumentado a lo largo de los años, lo que indica un cambio en las políticas sobre la marihuana.

Uno de los hallazgos más alarmantes del estudio es el dramático aumento de las muertes atribuidas a la conducción bajo los efectos de la marihuana. Entre 2000 y 2018, las muertes en los EE. UU. por incidentes de este tipo aumentaron del 9 por ciento de todos los accidentes fatales a un alarmante 21,5 por ciento. Este aumento de muertes se correlaciona con la relajación de las restricciones a la marihuana, lo que genera preocupación sobre los riesgos potenciales asociados con este cambio cultural.

El estudio enfatiza la introducción de una cultura más permisiva debido a la flexibilización de las restricciones a la marihuana en los estados legalizados. El estudio señala además que se han hecho pocos esfuerzos para abordar los riesgos potenciales de conducir bajo los efectos de la marihuana. La respuesta a la promulgación de políticas de legalización de la marihuana es evidente: el consumo de marihuana autoinformado en el último año se disparó del 10,4 por ciento en 2002 al 19,3 por ciento en 2021.

Al mismo tiempo, la potencia de la marihuana ha experimentado un aumento exponencial. De los modestos niveles de THC de la "Woodstock Weed" del 1 al 3 por ciento, la marihuana comercial moderna promedia niveles de THC entre el 19,2 y el 21,5 por ciento. El estudio también señala la falta de esfuerzos para reforzar los riesgos potenciales que la conducción bajo los efectos de la marihuana representa para la seguridad del tráfico en medio de estos importantes cambios culturales.

Todo esto se ve agravado por el hecho de que abordar los desafíos que se enfrentan al detectar y hacer cumplir las leyes de conducción bajo los efectos de la marihuana, utilizando los métodos actuales, es una ciencia imperfecta. Las pruebas tradicionales de alcohol en sangre o de sobriedad, efectivas para casos relacionados con el alcohol, son ineficaces e inadmisibles en los tribunales por casos de marihuana. Esto presenta un obstáculo importante para garantizar el cumplimiento de las leyes relacionadas con la conducción bajo los efectos de sustancias.

El estudio subraya la necesidad crítica de que estos resultados influyan en futuros debates políticos. Los datos de aplicación de la ley revelan que entre el 11 y el 23 por ciento de la marihuana recreativa vendida termina en manos de menores, lo que genera preocupación sobre el impacto en las generaciones más jóvenes. Además, se espera que la legalización de salas de consumo en siete Estados y de las tiendas de marihuana para venta al paso contribuya al aumento de los casos de intoxicación por marihuana en la conducción.

En respuesta a estos inquietantes hallazgos, Drug Free America Foundation, Inc. ha lanzado una campaña publicitaria integral para crear conciencia sobre los peligros de conducir bajo los efectos de la marihuana. Se está promocionando un video de larga duración que detalla estos peligros, junto con tres videos de 15 segundos, a través de una campaña de marketing digital multiplataforma en mercados de medios específicos en todo Estados Unidos. El objetivo es educar a los tomadores de decisiones y a los automovilistas sobre la urgente necesidad de tomar medidas para abordar los riesgos asociados con la conducción bajo los efectos de la marihuana.

Mientras la nación lidia con las consecuencias de las políticas permisivas sobre la marihuana, es crucial reconocer el alarmante aumento de la conducción bajo los efectos de la marihuana y su impacto de gran alcance en la seguridad pública. Los hallazgos del estudio sirven como una llamada de atención, instando a los formuladores de políticas, las agencias policiales y al público a colaborar para abordar los riesgos asociados con el consumo de marihuana mientras se conducen vehículos. El camino que tenemos por delante exige un esfuerzo concertado para aumentar la conciencia, aplicar medidas efectivas y priorizar la seguridad de todos los usuarios de la vía. La acción inmediata es esencial para frenar los crecientes peligros de conducir bajo los efectos de la marihuana y salvaguardar el bienestar de las comunidades en todo el país.

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25 ene 2024

Presentan dos declaraciones internacionales sobre prevención y recuperación


En estos últimos días han tomado estado público dos declaraciones vinculadas con el ámbito de la recuperación y de la prevención de adicciones. Se trata de The Global Position Paper on Recovery (GPPR) y de la Declaration of Oviedo, the 2024 Global Initiative on Drug Use Prevention.  

Ambos instrumentos son el resultado de un esfuerzo de colaboración sin precedentes por parte de investigadores, organizaciones de la sociedad civil, instituciones y personas involucradas en la problemática.

En el caso del GPPR, los objetivos compartidos fueron contribuir al desarrollo de un enfoque unificado y una posición global sobre la recuperación de las adicciones, crear conciencia sobre la importancia de invertir en organizaciones y sistemas de recuperación y comprometerse a trabajar juntos para crear una plataforma internacional para prácticas y políticas compartidas de recuperación de adicciones. El lanzamiento oficial del documento está previsto durante la reunión de la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena, en marzo de este año.

Por su parte, la Declaración de Oviedo contó con la la participación de más de 150 expertos de todo el mundo, presenta diez propuestas para ampliar la prevención eficaz y basada en evidencia en la vanguardia de las políticas de drogas. Esta iniciativa colectiva surge de una consulta de expertos internacionales organizada en Oviedo (España) en junio de 2023 por Proyecto Hombre.

A través de los links es posible adherir a ambos posicionamientos, ya sea de forma individual como institucional.


 


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16 ene 2024

¿La estigmatización como factor de protección?


Días atrás me compartieron un brillante artículo escrito por Keith Humphreys y Jonathan Caulkins, en el que se planteaba un enfoque bastante disruptivo y poco convencional: las campañas para desestigmatizar el consumo de drogas duras, como el fentanilo, representan un error profundo. 

En esa línea, las teorías de que el estigma contra el consumo de drogas es éticamente incorrecto y que, al mismo tiempo, empeoran las respuestas de los sistemas públicos de salud, ganan terreno entre los adeptos a la reducción de daños y los consumos no problemáticos. Son los mismos que sostienen que ningún cambio en las políticas públicas tiene verdadera capacidad para impactar sobre las prevalencias del consumo de drogas, y que ningún gobierno debería intentar reducir el uso de sustancias, incluso si pudieran hacerlo, ya que se trata de decisiones individuales y privadas.

Para Humphreys y Caulkins, los seres humanos somos sumamente vulnerables, en especial aquellas vidas traumatizadas y duras. Por eso es necesaria la empatía ante las personas afectadas por una adicción, y la necesidad moral de encontrar ayuda. Pero la destigmatización es un enfoque profundamente equivocado. La desaprobación cultural del comportamiento dañino, de ciertas conductas socialmente disvaliosas, como por ejemplo el fumar en espacios compartidos, puede ser una fuerza potente para proteger la salud y la seguridad pública. La mayoría de las estrategias de reducción de daños son mucho menos poderosas y, como respuesta primaria a la crisis de las drogas que se vive en los Estados Unidos, incluso son inadecuadas: las tasas de adicción y mortalidad siguen siendo terriblemente altas en áreas que han evitado abordar el consumo de drogas y simplemente se han centrado en reducir riesgos y administrar el uso de sustancias.

Vaya un ejemplo. La provincia canadiense de Columbia Británica ha transformado a la reducción de daños en la pieza central de su estrategia de respuesta a las drogas. Despenalización, atención médica universal y amplia gama de servicios de salud a usuarios de sustancias (heroína suministrada en clínicas y distribución legal de opioides). No obstante, su tasa de muertes por sobredosis es casi idéntica a la de Carolina del Sur, que mantiene el "viejo paradigma" del castigo penal disuasorio, y proporciona poco en materia de servicios de reducción de daños. Que enfoques tan radicalmente diferentes produzcan el mismo resultado sugiere tener cierta cautela al momento de plantear el potencial de la reducción del daño como la panacea.

Otro dato no menor, que a menudo se olvida, es que por definición, la reducción de daños sólo ayuda a personas que ya consumen drogas. El objetivo, en primer lugar, debe ser disuadir a la gente de utilizarlas. Desestigmatizar el consumo de drogas hace lo contrario. Los tabúes existen, en parte, porque son eficaces como forma de impulsar cambios de comportamiento. El tabaquismo es el mejor ejemplo que se nos puede ocurrir de cómo la cultura puede modelar conductas de forma positiva.

Si sumamos otra variable al debate, la hipótesis se fortalece. ¿Qué sucede con los enfoques y brechas de género? En Suecia, las tasas de tabaquismo entre las mujeres igualan o superan las de los hombres. En cambio en China, las tasas para los hombres son 25 veces más altas que para las mujeres. Esto nada tiene que ver con diferencias biológicas entre mujeres suecas y chinas, sino con el poder de la aprobación y/o desaprobación social. Lo que algunas mujeres consideran una victoria en general en términos de igualdad de derechos, en el campo del consumo de drogas es toda una derrota. No existe celebración alguna en que exista paridad estadística en el consumo entre hombres y mujeres (especialmente en población adolescente), cuando sabemos que biológicamente (no culturalmente) el daño en el organismo femenino es mucho mayor. 

Parece duro plantear que la estigmatización puede constituir un factor de protección, en especial cuando la agenda internacional propicia el concepto de "reducir el estigma y la discriminación hacia las personas con adicciones". Pero no puedo más que adherir a esta idea de cómo las normas comunitarias (que son mojones de comportamiento no escritos) actúan como barreras, como diques de contención, ante la normalización del uso de sustancias. 

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