¿Esto es así? Salvando las abismales diferencias entre países, la experiencia portuguesa iniciada en el 2001 fue mucho más allá de una reforma en la penalización del uso y tenencia para consumo. La enmienda a la ley de drogas de 1993 llevó las sanciones de la órbita penal a la administrativa (más allá de que la figura penal de esta norma era simbólica, y que el objetivo de la sanción era inducir a la persona al tratamiento o al cese del uso de sustancias). Se fijaron dosis umbral para la portación, se habilitaron Comisiones para la Disuasión del Abuso de Drogas, y las personas arrestadas por infringir la ley quedaron obligadas a comparecer antes de transcurridos los tres días ante estos tribunales especiales, a los efectos de establecer el nivel de riesgo y determinar un tratamiento compulsivo, una medida socio-educativa o un apercibimiento (instancias similares a lo establecido por la castigada e incomprendida ley 23.737 de nuestro país). Las multas se aplican únicamente a las personas que no presentan adicción, y oscilan entre los 25 euros hasta los 150 euros (marihuana) y hasta los 600 euros para el resto de las sustancias. El primer impacto de la flexibilización normativa puede apreciarse en un aumento sostenido en las infracciones a la ley de drogas pasaron de 2400 (2001) a más de 12.000 (2017).
A la par, un ambicioso plan se llevó adelante en materia de acceso al tratamiento para las personas con dependencia y se duplicó el presupuesto estatal destinado a las políticas de prevención y asistencia. Si bien un primer efecto positivo de las medidas adoptadas fue un brusco descenso en la tasa de muertes relacionadas con el abuso de sustancias (en especial heroína), los parámetros de mortalidad luego del 2008-2009 han retornado a los niveles similares previos al 2001. En igual sentido, las infecciones con VIH también se redujeron significativamente en estas dos décadas. Los niveles de violencia relacionados con las drogas no se vieron alterados por la descriminalización.
¿Qué sucede con las estadísticas y prevalencias en materia de consumo de drogas? Si bien se toma como línea de base el 2001 (año de la implementación de la reforma) y no hay registros previos del escenario a modificar, el uso de cannabis se ha incrementado tanto entre adolescentes como en población adulta. También los ingresos a guardias por brotes psicóticos.
Concluyendo, el efecto positivo de la reforma en Portugal fue un mayor acceso de personas a un tratamiento por adicciones. Esto fue posible por un desarrollo de una red asistencia y un mayor presupuesto estatal para esta política. En palabras de João Goulão (titular de SICAD, organismo responsable de las políticas sobre drogas en este país): “La descriminalización no es una cura milagrosa. Si eso es lo único que hacés, las cosas van a empeorar.”
Este es un breve resumen del interesante informe "Decriminalisation of Drugs What can we learn from Portugal?", elaborado por el Narkotika Politiskt Center. El documento está disponible en https://bit.ly/3loXUsQ.