8 oct 2025

El fin de las viejas categorías: integrar enfoques para una política de drogas efectiva


Thomas Kuhn sostenía que un paradigma sólo se derrumba cuando acumula tantas anomalías que deja de servirnos como lente. Entonces ya no explica, ni ordena, ni orienta. Hay palabras que envejecen mucho más rápido que las cosas que buscan nombrar. Algunas categorías se vuelven obsoletas y un estorbo, y en ese momento necesitamos algo nuevo para interpretar la realidad. Esa es la transición de paradigma que describe Kuhn: cuando las viejas palabras dejan de ser herramientas y se convierten en lastre, en peso muerto.

En el campo de las políticas sobre drogas viene sucediendo algo similar. Durante años hemos dividido las estrategias en dos categorías abarcativas: reducción de la oferta y reducción de la demanda. Reducir la oferta significa limitar la producción y el tráfico de drogas mediante controles policiales, judiciales, aduaneros e inteligencia criminal. Reducir la demanda apunta a prevenir el inicio del consumo, promover la asistencia y recuperación de las personas con adicciones, apuntalar la reinserción social y disminuir los daños.

Ambas son necesarias: una busca frenar la disponibilidad, la otra reducir la vulnerabilidad y el impacto en la sociedad. Sin embargo, y aunque el discurso oficial siempre las presentó como complementarias, en la práctica funcionaron de manera aislada y eso impidió la construcción de estrategias realmente integrales.

Hoy esas dos categorías, útiles en el momento de su génesis, resultan insuficientes para fenómenos que no reconocen fronteras rígidas. El auge de las drogas sintéticas lo demuestra con claridad: sustancias que se producen en laboratorios dispersos y móviles, que circulan simultáneamente por canales lícitos e ilícitos, y que alcanzan a consumidores cuya vulnerabilidad está atravesada por factores sociales, culturales y tecnológicos cada vez más complejos. En este contexto emergente, el viejo esquema de separar “oferta” y “demanda” ya no ofrece respuestas efectivas, del mismo modo que las tradicionales clasificaciones de tránsito, producción y consumo se vuelven obsoletas porque fragmentan una realidad que en el territorio se muestra entrelazada.

El problema emergente de las sustancias de síntesis (como el fentanilo) representa una amenaza radical para la salud pública, la seguridad y la cohesión social a nivel internacional, regional, nacional y local. Asimismo, introduce un reto cultural y político. Cultural, porque modifica patrones de consumo al incorporar sustancias de bajo costo, alta disponibilidad y efectos impredecibles que llegan con rapidez a poblaciones jóvenes y urbanas. Político, porque obliga a los Estados a repensar sus marcos de control, cooperación intra-agencias, vigilancia y estrategias preventivas.

La comprensión se vuelve difusa: ya no está claro qué sustancias se deben controlar, qué consecuencias sobre la salud se intentan prevenir ni a qué actor corresponde cada responsabilidad. Esa opacidad es lo que nos muestra que estamos ante un paradigma en crisis.

Pero el debate no es nuevo. Hace ya un tiempo que existe cierto consenso en reformular la forzada compartimentación oferta/demanda para orientar las acciones hacia un enfoque mucho más holístico e integrador, en el que la lógica de reducir la oferta y la demanda comience a funcionar como un sistema de vasos comunicantes, en el que los avances en un frente potencien los resultados en el otro (y viceversa).

Dicho de otro modo, sabemos que trabajar sobre la prevención temprana reduce la demanda de sustancias, recorta el mercado del narcotráfico y contribuye a mejorar los índices de seguridad ciudadana. Del mismo modo, poner el énfasis en la reducción de la oferta y venta de sustancias posibilita limitar la disponibilidad, encarecer el acceso y desincentivar el inicio en nuevos consumidores. Esto también debilita la capacidad de las redes criminales de expandirse en territorios vulnerables y abre espacio para intervenciones comunitarias sostenidas. Por eso, el desafío actual no es elegir entre enfoques, sino articularlos dentro de un nuevo paradigma integral que supere las viejas dicotomías. 

La tríada de la salud pública aplicada a la problemática de las drogas (objeto, sujeto y contextos) ofrece una posible vía para rediseñar y estructurar este incipiente nuevo paradigma. Ya no se trata de centrarnos en el objeto “drogas” (reducción de la oferta) o en las modalidades de relación que las personas establecen con ese objeto (reducción de la demanda). Si desplazamos la mirada hacia los contextos donde se producen, ofrecen, comercializan y consumen sustancias, podremos generar respuestas mucho más inteligentes: cooperación interinstitucional, urbanismo preventivo, entornos educativos fortalecidos y participación comunitaria como pieza clave.

Como dije anteriormente, no es cuestión de optar por oferta o demanda, sino de construir políticas que integren ambas dimensiones dentro de una estrategia de seguridad, salud pública y desarrollo social, y que incorpore la dimensión comunitaria. Esta conexión no significa perder autonomía por parte de las agencias gubernamentales ni subordinar a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en territorio a una lógica estatal rígida, sino establecer un intercambio bidireccional. El vínculo entre comunidad organizada y política pública termina potenciando la capacidad de respuesta y evita que las medidas nacionales se desconecten de la realidad local.

El Plan Bandera en Rosario constituye una experiencia ilustrativa de lo que puede significar un nuevo paradigma integral. El operativo articuló a la SEDRONAR, dentro de su marco de acción limitado dentro del Ministerio de Salud, con la Secretaría de Lucha contra el Narcotráfico y la Criminalidad Organizada del Ministerio de Seguridad en un esquema de intervención dual: la recuperación de espacios públicos y la contención territorial por parte de las fuerzas de seguridad, junto con la implementación de dispositivos comunitarios de prevención, asistencia y acompañamiento. 

Este modelo permitió accionar de manera simultánea sobre los mercados ilegales y sobre la vulnerabilidad social, evitando que la lógica de la seguridad quedara desligada de la lógica socio-sanitaria. Aunque todavía incipiente y con limitaciones en cuanto a su escala y sostenibilidad, la experiencia dejó un aprendizaje central: los resultados se potencian cuando la reducción de la oferta y la reducción de la demanda se piensan como parte de un mismo proceso y se anclan en la comunidad. El desafío pendiente es consolidar estas prácticas con organismos jerarquizados, presupuestos adecuados y coordinación estable, para que dejen de ser esfuerzos aislados y se conviertan en verdaderas políticas de Estado. 

El viejo paradigma ya no alcanza: ni explica, ni ordena, ni orienta. Frente al fenómeno global de las drogas sintéticas, seguir aferrados a categorías obsoletas resulta suicida. La oportunidad está en animarse a escribir nuevas palabras desde las políticas públicas, palabras que solo cobrarán sentido si nacen de la experiencia, la voz y la fuerza de la comunidad organizada.

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5 sept 2025

Estudio vincula la legalización de la marihuana en Canadá con una triplicación de casos de esquizofrenia

 


¿La liberalización del cannabis medicinal y la legalización del cannabis no medicinal en Canadá estuvieron asociadas con cambios en la fracción atribuible a la población de trastornos por consumo de cannabis asociados con la esquizofrenia? Un estudio de cohorte de base poblacional que se llevó a cabo en Ontario (Canadá) entre 13.588.681 personas de entre 14 y 65 años sin antecedentes de esquizofrenia, reflejó indicadores preocupantes en torno al consumo de cannabis y el desarrollo posterior o la aparición más temprana de psicosis y esquizofrenia. 

Mecanísticamente, la legalización aumentaría gradualmente el consumo de cannabis, lo que incrementaría la incidencia de psicosis, y las personas con psicosis incidente necesitarían entonces ser diagnosticadas en el sistema de salud. En consecuencia, los estudios que evalúan los cambios en la proporción de casos incidentes de esquizofrenia asociados al consumo de cannabis tras cambios en las políticas pueden proporcionar un indicador más temprano de las posibles asociaciones entre la legalización y la esquizofrenia.

Así, la política de cannabis en Canadá ha cambiado notablemente en las últimas dos décadas. El cannabis medicinal en Canadá ha sido legal desde 2001 para una lista limitada de condiciones médicas graves o crónicas y se amplió considerablemente en 2014 para cualquier persona con autorización médica de un médico que indique que se beneficiaría terapéuticamente del cannabis. En diciembre de 2015, el gobierno federal se comprometió a legalizar el cannabis no medicinal; después de este anuncio, hubo grandes aumentos en los dispensarios de cannabis medicinal y no medicinal ilícitos y del mercado gris, y en los vendedores en línea. La legalización del cannabis no medicinal entró en vigencia en octubre de 2018, convirtiendo a Canadá en el primer país del mundo en permitir la venta comercial de cannabis no medicinal. 

El estudio actual está situado en Ontario, la provincia más poblada de Canadá (14,5 millones de residentes). En Ontario, inicialmente hubo restricciones en la cantidad de tiendas de cannabis legal y los tipos de productos que podían salir al mercado. A principios de 2020, el mercado de Ontario comenzó a comercializarse con la introducción de nuevos productos con alto contenido de THC (concentrados, vaporizadores y comestibles) junto con la eliminación de las restricciones en las tiendas. Estos cambios de política, combinados con datos administrativos de salud robustos que capturan todos los encuentros del sistema de salud para todos los residentes de Ontario, brindan una oportunidad única para comprender la asociación de los cambios de política de cannabis con el riesgo de esquizofrenia.

A lo largo de los 17 años de estudio, 118.650 individuos (0,9%) tuvieron una visita de emergencia o una hospitalización por un trastorno por consumo de cannabis (TCC). Durante el período de estudio, 91.106 (0,7%) individuos desarrollaron esquizofrenia: 10.583 de 118.650 individuos con TCC (8,9%) desarrollaron esquizofrenia, en comparación con 80.523 de 13.470.031 individuos sin TCC (0,6%) . En comparación con las personas sin TCC, las personas con TCC tenían más probabilidades de ser hombres, ser más jóvenes (edad media 27,5), vivir en barrios de bajos ingresosy menos probabilidades de ser inmigrantes en Canadá. Los pacientes con TCC tenían niveles sustancialmente más altos de atención ambulatoria y aguda previa asociada con la salud mental y el uso de sustancias.

En este estudio de cohorte de base poblacional, la fracción atribuible a la población del trastorno por consumo de cannabis asociado con la esquizofrenia aumentó significativamente del 3,7 % en el período anterior a la legalización al 10,3 % durante el período posterior a la legalización. Estos hallazgos sugieren que la asociación entre los trastornos por consumo de cannabis y la esquizofrenia es una consideración importante para la legalización del cannabis.

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3 sept 2025

La mayor potencia y concentración de THC eleva el riesgo de psicosis

El cannabis presenta un riesgo significativamente mayor para la salud mental que hace dos décadas, según una investigación publicada en el Canadian Medical Association Journal. La concentración de tetrahidrocannabinol (THC) en el cannabis seco legal en Canadá aumentó cinco veces en los últimos 20 años, desde un 4% hasta un 20% en productos habituales.

Este incremento radical en la potencia encendió las alarmas entre expertos. El consumo regular de cannabis de alta potencia (más de un 10% de THC) vinculó con mayor riesgo de desarrollar psicosis, especialmente en hombres jóvenes con antecedentes de depresión o ansiedad.

Un análisis de 9.8 millones de historiales médicos en Ontario arrojó hallazgos contundentes. Las personas que requirieron atención de urgencias por consumo de cannabis enfrentaron un riesgo 14.3 veces mayor de desarrollar trastornos del espectro de la esquizofrenia. Este peligro escaló a 241.6 veces en casos atendidos por psicosis inducida específicamente por cannabis.

El tratamiento tras un primer episodio psicótico exige suspender inmediatamente el consumo, pues su continuidad elevó drásticamente las recaídas. Para síntomas graves, la medicación antipsicótica resultó esencial, mientras estrategias conductuales como terapia cognitiva demostraron eficacia para manejar adicciones y abstinencia.

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26 jun 2025

La inestabilidad mundial agrava el impacto social, económico y de seguridad del fenómeno mundial de las drogas

Una nueva era de inestabilidad global intensifica los retos para abordar el fenómeno mundial de las drogas, empoderando a los grupos de la delincuencia organizada y catapultando el consumo de drogas a niveles históricamente altos, afirma la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en su informe Mundial sobre las Drogas, presentado hoy.

“Esta edición del Informe Mundial sobre las Drogas muestra que los grupos delictivos dedicados al tráfico de drogas continúan adaptándose, explotando las crisis y teniendo en la mira a las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad,” mencionó Ghada Waly, Directora Ejecutiva de UNODC. “Debemos invertir en prevención y abordar las causas raíz del tráfico de drogas en todas las etapas la cadena de suministro. Debemos reforzar las respuestas, aprovechando la tecnología, fortaleciendo la cooperación transfronteriza, proporcionando medios de vida alternativos y tomando acciones desde la justicia para combatir a los responsables que impulsan las redes ilícitas del tráfico de drogas. Mediante un enfoque coordinado e integral, podemos desmantelar a las organizaciones criminales, reforzar la seguridad global y proteger a nuestras comunidades.”

En 2023, cerca de 316 millones de personas consumieron alguna droga (excluidos el alcohol y el tabaco); es decir 6% de la población entre 15 y 65 años, frente a 5.2% de la población en 2013. Con 244 millones de usuarios, el cannabis continúa siendo la droga más utilizada, seguido de los opioides (61 millones), las anfetaminas (30.7 millones), la cocaína (25 millones) y el éxtasis (21 millones). Los nuevos grupos de personas en situación de vulnerabilidad que huyen de la inestabilidad y el conflicto podrían hacer que estas cifras incrementen, advierte el Informe.

El Informe incluye capítulos que abordan el tráfico de drogas y delincuencia organizada; afectaciones vinculadas al uso de drogas en las personas, sus familias, comunidad y la sociedad; así como el impacto medioambiental de las drogas en Europa.

El mercado global de cocaína bate su propio récord

La producción, incautaciones y consumo de cocaína alcanzaron nuevos máximos en 2023, convirtiéndose en la droga ilícita con mayor crecimiento de mercado. La producción ilegal se disparó a 3,708 toneladas, casi 34% más que en 2022. Las incautaciones mundiales alcanzaron un récord de 2,275 – lo que supone un aumento de 68% con respecto a 2019-2023. El consumo creció de 17 millones de usuarios en 2013 a 25 millones en 2023.

El Informe también señala que los traficantes de cocaína están encontrando nuevos mercados en Asia y África. La violencia y competencia que caracterizan el ámbito ilícito de la cocaína, antes confinado a América Latina, se está extendiendo a Europa Occidental a medida que los grupos de delincuencia organizada de los Balcanes Occidentales aumentan su influencia en el mercado.

El mercado de las drogas sintéticas se sigue expandiendo

Debido a los bajos costos de operación y reducidos riesgos de detección en las rutas de tráfico, el mercado de drogas sintéticas se expande velozmente a nivel mundial, predominando los estimulantes de tipo anfetamínico (ETA) como la metanfetamina y la anfetamina (incluido el «captagón»). Las incautaciones de ETA alcanzaron un máximo histórico en 2023 y representaron casi la mitad de las incautaciones globales de las drogas sintéticas, seguidas de los opioides, incluido el fentanilo.

La caída del régimen de Assad en Siria ha creado incertidumbre sobre el futuro del tráfico de captagón. Tras la transición política, se descubrieron grandes centros de manufactura de captagón en el país. Aunque este hallazgo podría interrumpir la oferta de la droga, los datos más recientes de incautaciones de 2024 y 2025 confirman que el captagón sigue fluyendo, principalmente a países de la península arábiga – lo que posiblemente indica la liberación de reservas acumuladas o la continuación de la producción en otras ubicaciones. 

El tráfico de drogas como negocio lucrativo

Aunque las estimaciones varían, el tráfico ilícito de drogas genera cientos de miles de millones de dólares al año para los grupos del crimen organizado, razón por la cual, estas organizaciones criminales innovan constantemente para aumentar la producción, encontrar nuevas formas de tráfico, utilizar la tecnología para encriptar comunicaciones y potencializar la distribución.

Si bien son estructuras complejas, las redes delictivas pueden desarticularse, pero para ello, es necesario un conocimiento a profundidad de los objetivos, estructuras y procesos de los grupos delictivos. El mapeo de los grupos delictivos puede resaltar sus vulnerabilidades, actores clave, facilitadores, así como señalar sus áreas de intervención. Las instituciones encargadas de aplicar la ley requieren invertir en tecnología y formación altamente especializada para enfrentar los retos contemporáneos que presenta la cadena de suministro de drogas.

Impactos por el uso de drogas

Los trastornos por consumo de drogas representan un costo enorme para las personas, las comunidades y los sistemas de salud. El creciente alejamiento del multilateralismo y la reasignación de recursos podrían intensificar el problema, señala el Informe.

El costo social por no abordar los trastornos vinculados con el uso de drogas es elevado – casi medio millón de muertes y 28 millones de años de vida saludable se perdieron por discapacidad y muertes prematuras (AVAD) en 2021. Se calcula que sólo una de cada 12 personas con trastornos por consumo de drogas recibió algún tipo de tratamiento en 2023. Factores como las políticas públicas contextualizadas y la disponibilidad de servicios de salud y sociales basados en la evidencia pueden ayudar a mitigar el impacto del consumo de drogas en las personas y las comunidades.

Cómo afectan las drogas al medio ambiente

El Informe señala que el consumo, cultivo y tráfico de drogas, así como las políticas públicas implementadas para hacer frente a las economías de las drogas ilícitas, afectan el medio ambiente en Europa. Entre las posibles consecuencias del cultivo y la producción de drogas figuran la deforestación, cambios en el uso del suelo y la contaminación del aire, la tierra y el agua.

El número de laboratorios clandestinos de drogas desmantelados aumentó en Europa entre 2013 y 2023. Esta fabricación produce importantes cantidades de residuos y puede acarrear considerables costes de limpieza y restauración del ecosistema. En contraste, el Informe constata que el daño medioambiental no es una prioridad a la hora de diseñar y aplicar las respuestas de las políticas antidroga, y que gran parte de los residuos y otros impactos medioambientales no se contabilizan.

Acceda al Informe aquí: www.unodc.org/wdr

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9 jun 2025

Vinculan enfermedades cardíacas precoces con el consumo de marihuana

Un nuevo estudio de la Universidad de California en San Francisco encontró que las personas sanas que fumaban marihuana regularmente o consumían comestibles con THC mostraron signos de enfermedad cardiovascular temprana similares a los fumadores de tabaco. Se trata de la primera investigación que analiza el impacto del THC en la función vascular en humanos.

El tetrahidrocannabinol (THC) es el componente de la marihuana que produce el efecto psicoactivo. Investigaciones previas con ratones detectaron daños en los vasos sanguíneos que suministran oxígeno a órganos vitales tras la exposición al humo de marihuana. Sin embargo, se desconocía si el humo de marihuana afectaría el sistema vascular humano.

“Encontramos que la función vascular se redujo en un 42% en los fumadores de marihuana y en un 56% en los usuarios de comestibles con THC, en comparación con los no usuarios”, dijo la autora principal del estudio, la Dra. Leila Mohammadi.

Una sola capa de células endoteliales recubre todos los vasos sanguíneos del cuerpo. Cuando funcionan correctamente, estas células especializadas liberan sustancias químicas como el óxido nítrico, que controlan la relajación y la contracción del canal, regulando así el flujo sanguíneo. Las células endoteliales sanas también participan en el crecimiento celular local y ayudan a prevenir la coagulación sanguínea.

Cuando las células endoteliales se inflaman, la acumulación de placa puede aumentar en las arterias con el tiempo, lo que puede causar infartos, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia cardíaca. El daño a los vasos sanguíneos pequeños también puede causar enfermedades renales y pulmonares, coma, delirio y demencia.

Los cincuenta y cinco participantes del estudio se dividieron en tres grupos: personas que fumaron (no vapearon) marihuana tres o más veces por semana durante al menos un año, personas que consumieron comestibles con THC al menos tres veces por semana durante al menos un año y personas que no consumían. Ninguna de las personas de entre 18 y 50 años del estudio era fumadora o vapeadora de tabaco, y todas tenían poca exposición al humo de tabaco ajeno.

Los investigadores realizaron una ecografía en la arteria principal del brazo derecho de cada persona y luego les colocaron un manguito de presión arterial extremadamente apretado durante cinco minutos. Tras retirar el manguito, se volvió a escanear la arteria para comprobar su grado de dilatación o ensanchamiento para absorber el aumento del flujo sanguíneo, un proceso que requiere la liberación de óxido nítrico.

Según el estudio, el daño a las células endoteliales que regulan la dilatación se relacionó con la dosis. Los participantes que consumieron más marihuana presentaron un mayor riesgo de daño a los vasos sanguíneos que transportan oxígeno a los órganos.

“Un mayor consumo de cannabis, ya sea fumado o ingerido, se asocia con una función vascular más deficiente, lo que pone de relieve los riesgos cardiovasculares que aumentan con una mayor potencia y frecuencia de consumo”, afirmó Mohammadi.

Pruebas adicionales del cuello y el muslo verificaron la rigidez de las paredes de los vasos sanguíneos de cada persona. El estudio halló que, en comparación con quienes nunca habían consumido marihuana, los consumidores de cannabis no parecían presentar rigidez adicional en las paredes de los vasos sanguíneos.

Estudios previos han encontrado una fuerte relación entre el consumo de marihuana y enfermedades cardiovasculares posteriores. Un estudio de febrero de 2024 reveló que fumar, vapear o consumir marihuana conllevaba un riesgo significativamente mayor de infarto y accidente cerebrovascular, incluso si la persona no tenía afecciones cardíacas preexistentes y no fumaba ni vapeaba tabaco.

El riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular aumentó un 42% y el riesgo de sufrir un ataque cardíaco aumentó un 25% si se consumía cannabis a diario, y el riesgo aumentó a medida que aumentaba el número de días de consumo de marihuana, halló el estudio.

La Asociación Americana del Corazón recomienda abstenerse de fumar o vapear cualquier sustancia, incluidos los productos de cannabis, debido al posible daño al corazón, los pulmones y los vasos sanguíneos. Las directrices publicadas en 2020 mencionaron estudios que revelaron que podrían presentarse anomalías del ritmo cardíaco, como taquicardia y fibrilación auricular, una hora después de fumar marihuana con THC.

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